martes, 1 de noviembre de 2016


VOLVER A EMPEZAR

Nunca pensé que llegaría a tocar esta puerta. Siempre vi a los psicólogos como el último recurso de padres desbordados por adolescentes inadaptados o como vía de escape para gente débil... en cualquier caso, no para alguien como yo. Toda mi vida me he considerado una mujer fuerte, independiente, con las ideas claras. Tan pronto como acabé mis estudios y conseguí un trabajo dejé la casa de mis padres para irme a un apartamento sola. Quería vivir mi propia vida; mi sueldo de diseñadora me permitía viajar con amigos, salir a comer fuera... además mi trabajo me encantaba. Tenía, lo que se dice, una vida plena, sólo me faltaba enamorarme.
Entonces conocí a Guillermo. el cual Me deslumbró desde el primer momento. Sus ojos color miel tenían un brillo especial y cada vez que sonreía se le iluminaba la cara. Era muy extrovertido, con gran sentido del humor. Empezamos a salir y a los seis meses, durante un viaje a las Bahamas, me propuso matrimonio. Aunque lo vi un poco precipitado, no pude decir que no: estaba enamorada. Los primeros tres años de convivencia fueron estupendos, pero luego las cosas comenzaron a cambiar.
Guillermo estaba cada vez más estresado en con el trabajo y se quedaba hasta altas horas de la noche terminando informes en el ordenador, generalmente con la botella de whisky al lado. Decía que bebía para relajarse, pero a mí empezaba a preocuparme. Una mañana, al despertar, descubrí que su lado de la cama seguía intacto. No se había acostado en toda la noche. Lo encontré en el sofá, con los ojos vidriosos, enrojecidos y la botella de whisky vacía sobre la mesita. Cuando le dije que me iba a trabajar, me miró con desprecio y con voz gangosa me ridiculizó, diciendo que lo que yo hacía no era trabajo, sino un mero entretenimiento para gente frívola. No podía creer que me hablara así, pero lo atribuí a su falta de sueño y no le di mayor importancia. Cuando regresé, no estaba en casa. Eran ya las cinco de la mañana cuando apareció, borracho como una cuba, no se podía ni mantener en pie. Le pregunté dónde había estado y me contestó que yo no era nadie para controlarlo. Luego me reprochó que no tuviera la comida hecha, pues tenía hambre. Indignada, quise ponerlo en su sitio pero me tumbó de una bofetada. Lo demás prefiero no contarlo. Sólo diré que esa fue la primera vez de otras muchas que me faltó el respeto.
En general, la mayor parte de la semana transcurría con normalidad, pero siempre llegaba el momento en que todo se echaba a perder: una salida con amigos, un mal día en el trabajo... cualquier excusa era buena para abusar de la bebida, y si esto pasaba era yo la que sufría las consecuencias. Al día siguiente, arrepentido, me pedía perdón, aún sin recordar lo que había hecho. Durante dos o tres días estaba especialmente cariñoso, hasta que yo me ablandaba, y todo volvía a empezar.
Resultaba claro que podía analizar la situación desde diferentes puntos de vista. A su modo de ver, su ingesta de alcohol era normal y achacaba su mal humor a la presión laboral, pero para mí nada justificaba sus malos modos. Sin embargo, con el tiempo, fui adoptando una postura más sumisa pensando que si le hacía frente le agobiaría más. No me daba cuenta cuánto estaba minando mi propia autoestima. Me sentía débil y desprotegida y a veces tenía miedo de quedarme a solas con él. También le di de lado a mis amigos, pues él no veía con buenos ojos que quedara con ellos, ya que pensaba que les hablaría mal de él. Mi vida se convirtió en un infierno del que me costó mucho salir. Finalmente, logré vencer la culpabilidad y el terror que me causaba hacer algo que le desagradara y me fui de casa. Regresé a casa de mis padres, quienes me dieron todo su apoyo y el cariño para afrontar la separación. Han pasado ya dos años desde que me divorcié pero todavía no he logrado recuperar la serenidad y el autoestima que perdí. Por eso estoy aquí, en busca de ayuda profesional para disipar los fantasmas del pasado y volver a pisar fuerte en la vida.


Eluney González Rodríguez 4ºESO B

1 comentario:

  1. Muy bien escrito. Me gustan los dos primeros renglones y los dos últimos. El resto es demasiado tópico, desde el trabajo de diseñadora y las vacaciones en Bahamas hasta el problema del alcohol y los malos tratos. Tu estilo es ágil y podrías superarte con temas que te exijan mayor profundidad y hondura.

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