martes, 15 de noviembre de 2016

Blutigen Juden

Lo primero que deberíais saber es que, desde la primera vez que la vi en 1922, el 10 de septiembre en la puerta de nuestro viejo colegio estoy completamente enamorado de ella. Igual fue por la forma en que sacaba lo mejor de cada persona, porque sabía que donde había una tormenta se escondía la verdad y cuando hablaba, preciosos pétalos caían de su boca. Ahí supe que estaba jugando con fuego, que si me tocaban buenas cartas podía ganar, pero ella era diferente, cualquier mujer podía aterrorizar a un hombre, pero ella te mataba con una sonrisa.

Pasaron los años y ella y yo éramos íntimos amigos, nos necesitábamos mutuamente, probablemente yo a ella más pero al menos sus ojos brillaban al verme, aunque hay una gran probabilidad de que me imaginara eso cuando era adolescente. Al pasar más tiempo, Alemania y yo fuimos creciendo y cambiando. Yo cada vez crecía más y en Alemania el odio hacía los judíos crecía cada vez más.  Esto como bien os lo esperabais resulto muy duro para el trabajo judío de su padre, venía casi todos los días sin desayunar a clase, yo le daba de lo que tenía pero no era gran lujo. Un día de repente no vino a clase, pasó una semana cuando decidí ir a su casa para ver qué le sucedía. Cuando llegué a su casa la puerta estaba rota, por todas la paredes ponía 'blutigen Juden' que es alemán para 'malditos judíos'. Toda la casa estaba vacía, no quedaba rastro.

Tres años después toda mi vida había cambiado, no me juzgues muy rápido, no pasaba un día que no pensara en ella, pero yo trabajaba para el partido político nazi y mis padres me habían casado con una chica que cuyo su padre era gran amigo de Hitler. Era guapa mona, rubia, típica alemana pero con unos ojos verdes peculiares, aunque nunca llegaban al tono de sus perfectos ojos. Un día como todos los demás estaba sentado leyendo un libro nazi igual a todos los demás cuando de repente llamaron a la puerta, y apareció ella en el otro lado de la puerta. Cuando dijo mi nombre fue lo más bonito y lo peor que podía haber escuchado. Al mirarla a los ojos entendí todo. Ella necesitaba mi ayuda, no podía salir de Alemania, sus padres habían ido al campo de concentración dejando su ultimo dinero para que su hija estuviera a salvo, pero unas semanas después volvía a estar en peligro, su única oportunidad de refugio seguro era yo. Resultaba claro que podía analizar la situación desde dos diferentes puntos de vista. Podía ayudarla o dejarla escapar (pero eso significaba romper la ley nazi y mantener relación con un judío). Decidí no ayudarla, el miedo a un corazón roto era menor que el terror a Hitler, pero debo confesaros queridos lectores que fue la peor decisión de mi existencia. Nunca elijas algo sobre el amor ya que no existe mayor fuerza.


-Sara Soliman

1 comentario:

  1. Me ha gustado. El tema es original y el final sorprendente. He corregido algunas repeticiones y cambiado algunas palabras por otras más adecuadas.

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