lunes, 7 de noviembre de 2016

Ruidos

Un sonido extraño despertó a Carlos de un profundo sueño aquella noche del 3 de febrero. El ruido provenía de la cocina; supuso que alguna de sus hijas habría bajado a cenar algo. Se tranquilizó y volvió a cerrar los ojos, cuando de repente escuchó el mismo ruido, pero esta vez, más fuerte. Automáticamente miró al reloj de su mesilla de noche, su tranquilidad se esfumó tan pronto como se dio cuenta de que eran las 4 de la mañana; se levantó de un salto y entró asustado a la habitación de sus hijas; para su sorpresa ambas dormían. De todas formas, para asegurarse bajó a la cocina. No había nada, ni nadie. Subió de nuevo a su habitación y se volvió a sumir en aquel profundo sueño. "Me lo habré imaginado" pensó... 

Aa siguiente le preguntó a su mujer si había escuchado algo; "Que va," -dijo- "estaba tan cansada que ni un terremoto me hubiera despertado". Esa misma noche se volvió a escuchar aquel ruido tan desagradable más o menos a la misma hora. Fuera llovía. Carlos se empezó a preocupar y despertó a Marta, su mujer. Ambos decidieron bajar a inspeccionar silenciosamente. Nada más bajar las escaleras se podían apreciar los sofás rajados, las manchas de barro y el olor a humedad. Furioso, Carlos se aseguró de que las puertas estaban cerradas, las cerraduras no estaban forzadas y de que sus hijas dormían. De nuevo nada. Esta vez prefirieron que las niñas durmieran con ellos a partir de aquella noche. La mañana del 5 de febrero Carlos le estaba dando vueltas a lo ocurrido las dos últimas noches, mientras tomaba una taza de café con leche. Resultaba claro que podía analizar la situación desde diferentes puntos de vista. Esa misma noche se la pasó en vela. Se levantó para ir al baño y el corazón casi se le sale del pecho cuando vio que sólo estaba su hija Cristina; acto seguido otra vez el mismo ruido. Bajo tan rápido las escaleras que casi se tropiezaó. 

Esta vez lo que se encontró fue a su hija Daniela abrazando a un animal pequeño, peludo y curiosamente adorable; "¡Mira papá, un perrito!". En ese momento Carlos dedujo que aquel cachorro había estado entrando por la pequeña puertecilla de la entrada, para refugiarse de las noches frías. Se rió, en parte por la tranquilidad de que todo quedara resumido en un inocente perrito, pero también por la escena del mismo, lamiéndole la cara a su hija de 6 años. Finalmente Carlos no tuvo otra elección que quedarse al pequeño perrito, ya que desde que Marta y Cristina lo vieron, no hubo manera de sacarles la idea de la cabeza. "Se llamará Scratch", impuso Daniela.

1 comentario:

  1. Relato bien planteado y bien graduada la información para crear suspense. La historia, en sí, es poco trascendente pero no está mal estructurada.

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