Marta estaba contando los días que le
quedaban de verano con una angustia terrible. Marta era una niña que acababa
que terminar sus estudios de primaria en un colegio público de Canarias, y sus
padres habían decidido mudarse ya que le habían hecho una oferta de trabajo a
su padre en el extranjero.
A Marta, a diferencia de su hermano mayor Pablo,
la idea de trasladarse al extranjero le sonaba como una oportunidad maravillosa
de aprender y explorar un nuevo país, y más que nada hacer nuevos amigos. Marta
era una chica muy sociable que caía muy bien a todo el mundo, por su carácter
tan abierto y extrovertido. Era una niña que no se metía nunca en problemas y
sacaba unas “notazas” extraordinarias. Pero cuando se enteró de que en su nuevo
colegio le obligaban a ir con uniforme la idea no le agradó en absoluto. En su
último instituto no era obligatorio el uso de uniforme, y a ella eso le parecía
un algo genial, ya que a Marta le encantaba poder vestir de forma desenfadada con
pantalones rotos por las rodillas y camisetas largas con logotipos de sus bandas
favoritas como la lengua de los Rolling Stones.
La noche anterior a comenzar las clases en su
nuevo instituto en Alemania, su madre les mandó a Marta y a su hermano Pablo
que prepararan todo para el día siguiente. Ella, a diferencia de Pablo, preparó
la mochila metiendo dentro de ella un cuadernito y dos bolis como hacía todos
los años en preparación para el comienzo de las clases. De repente su madre llamó a la puerta
y entró en su habitación y le entregó el uniforme que ella tanto había estado
evitando, ya que la idea de ponerse falda no le agradaba en lo más mínimo. Ella
nunca acuerda recordaba haberse puesto falda y esto iba a resultar un choque para el
sistema.
El uniforme, al por el que tanto rencor sentía, estaba
compuesto por una blusa blanca, un jersey gris oscuro y por una falda larga que
sobrepasaba la rodilla de un tono gris más clarito que le recordaba a las
faldas que llevaban sus tías ancianas del pueblo. En conjunto el uniforme no es
que fuera del todo feo pero a Marta la idea de tener que ir todo un año con
falda, ya que para las chicas era obligatorio el uso de dicha prenda, era lo
que le desagradaba muchísimo.
Marta era una chica de ojos grandes de un tono de
verde precioso y de pelo castaño claro largo que le llegaba hasta la cintura.
Su estatura era normal, dependiendo claro de con quien la comparabas. En
Tenerife tenía su cuadrilla que conocía desde la infancia. Estaba compuesto de
cinco chicas incluyéndole a ella y cuatro chicos. Ella adoraba a sus amigos y
haría cualquier cosa por ellos, al igual que ellos la harían por ella. Pero como
sucede en cualquier grupo de amigos siempre existen tus favoritos. Marta
prefería estar con los chicos ya que se sentía más a gusto y cómoda hablando
con ellos porque tenía muchas más cosas en común con ellos. La idea de empezar
secundaria sin todos ellos, y además lejos de su entorno habitual, le parecía
extraña y le entristecía mucho, pero Marta, en resumidas cuentas, era una niña
optimista y sabía que haría nuevos amigos pronto.
Al día siguiente, sin que sonara el despertador
que tenía sobre la mesilla, Marta se despertó
temprano por los nervios y emoción que sienten todos los estudiantes su primer
día de clase. Saltó despedida de la cama, se duchó y se lavó su larga melena y
regresó a su cuarto para vestirse poniéndose sus pantalones prietos vaqueros favoritos
y su camisa de color roja y negra de ACDC y viendo que le quedaban aún unos
veinte minutos antes de tener que marcharse para el colegio decidió sentarse y
ver en la televisión su telenovela favorita.
Pasaron unos quince minutos y su hermano, todo muy elegante, bajo las escaleras con su flamante uniforme nuevo. Marta observó que Pablo no se
había dado cuenta de que aún llevaba puestoa la etiqueta. A su vez Pablo miró a
su hermana y le comentó que tenía que ponerse el uniforme ya que faltaba poco
tiempo para salir de casa. Después de discutir un buen rato con su hermano, su
madre al oír la discusión bajo con el uniforme de Marta y le dijo a ella que se
lo pusiera y a su hermano que fuera a por una tijeras para quitarse la etiqueta
que aún llevaba colgando de la chaqueta.
Marta no estaba en absoluto convencida de que
fuera necesario llevar uniforme con falda para acudir al colegio. Le dijo a su
madre que había estado investigando y se acababa de enterar de que en otros
centros escolares de Alemania permitían el uso de pantalones. ¿Por qué no en el suyo?
La madre le contestó que las normas de este colegio
solamente permitían el uso de falda y que Marta tendría que llevar la falda o llevar
pantalones y arriesgarse a ser expulsada, perder clases y ver su excelente
expediente académico arruinado.
Resultaba claro que podía analizar la situación de
diferentes puntos de vista. O bien podía hacerle caso a su madre y ponerse el
uniforme o revelarse sabiendo que esto daría lugar a una terrible discusión en
la cual Marta sabía que el desenlace final era una batalla pérdida.
Marta decidió ser pragmática y pasar por el aro.
Se puso el uniforme y junto a su hermano, que no paraba de reírse por las
pintas de su hermana, fueron rumbo al colegio que lo tenían literalmente a una
calle de distancia.
Transcurridos varios meses Marta se
acostumbró a la falda y dejo de poner pegas cada mañana antes del colegio.
Acabo hasta gustándole la idea de llevar falda después de que la acortaran y
dejara de parecer una monja o una de sus tías del pueblo.
Patricia González Urbina
4-A ESO
El relato está bien planteado y, aunque la anécdota tiene un carácter menor, resulta interesante. Revisa la ortografía.
ResponderEliminar