La muerte puede ser
Hace
siete años
Izaya Orihara fue declarado muerto.
Siendo
nosotros enemigos, tendría
que estar feliz, pero no lo estoy. Estoy tan...tan triste...
Verlo
muerto fue como si una bala me hubiese atravesado
el pecho, dejando una cicatriz que nunca desaparecerá.
Os
estaréis preguntando por qué estoy triste. Tengo que confesaros
una cosa:
la
verdad es que yo estoy completamente enamorada de Izaya. Lo he estado
por mucho tiempo, aunque admitirlo es un poco molesto.
Simplemente
nunca he tenido el coraje de decirle lo que sentía
por él.
Y ahora ya no podré decírselo...
Es
demasiado fuerte el dolor que se siente al no poder decir a la
persona que amas lo que sientes por ella mientras la muerte se la
lleva a otro mundo.
En
este momento estoy sentada al lado de su tumba, y quisiera
preguntarle por qué se mató.
En siete años
no he conseguido entenderlo y por eso no os lo puedo explicar, pero
si os puedo contar cómo
se murió.
Unos
cuantos días
antes de la muerte de Izaya, me di cuenta de que la ciudad no era tan
ruidosa como siempre.
Hacía
tiempo que no había
visto a Izaya, y eso me preocupó
un poco, pero no le di mucha importancia.
Solamente
después entendí
que habría
tenido que preocuparme...
Durante
una noche lluviosa en Ikebokuro, estaba volviendo a casa con mi
paraguas naranja con lunares violetas.
Como
diluviaba, quería
llegar lo antes posible. Tomé entonces un atajo por el parque.
De
repente vi a Izaya sentado en un banco, con la cabeza bajada, sin
importarle mojarse.
Mientras
me acercaba oí que estaba llorando silenciosamente.
Me
chocó ver cicatrices y cortes recientes en sus muñecas
. Le toqué el hombro y le dije
-Ey,
deberías
ponerte a cubierto-
Izaya
me miró
con unos ojos desesperados y sus manos se agarraron a mi camiseta,
mientras me miraba directamente a los ojos:
-
S...shizuko, por favor, mátame-
me pidió.
Estas
palabras me se sorprendieron como si tuvieran la capacidad de
paralizarme totalmente.
-Nadie
me ama, por lo tanto no sé por qué debería
continuar viviendo...- susurró.
Inmediatamente
después
Izaya se desmayó
en mis brazos.
Lo
llevé hasta su apartamento en Ikebokuro.
Le
cambié la ropa y lo metí
en la cama.
Después
de haber sabido lo que Izaya tenía
intención
de hacer, esa noche decidi que tenía que decirle que lo amaba antes
de que se suicidase.
Unos
días
más
tarde compré unas rosas rojas para declararme; el rojo le quedaba
bien.
Me
encaminé hacia su apartamento, llamé a la puerta y al timbre varias
veces pero nadie me contestó.
Cogí
las llaves de reserva que estaban debajo de la alfombrilla y abrí
la puerta.
Entré
y miré alrededor pero no vi a Izaya por ninguna parte.
Busqué
por todas partes, llamándolo.
Miré en la cocina y en todas las habitaciones. Miré entonces en su
cuarto, que era la única habitación que no había
controlado. Cuando intenté abrirla me di cuenta de que estaba
cerrada. Llamé a la puerta y grité su nombre.
Izaya
hizo un ruido que nunca olvidaré.
-Shizok...-
oí.
Parecía
que se estuviese ahogando. Me asusté y abrí
la puerta de una patada.
Cuando
entré me quedé helada.
Vi
a Izaya colgando del techo con una cuerda en torno a su cuello. Sus
ojos estaban cerrados y sus hombros parecían
sin vida. Corté rápidamente
la cuerda y se la quité.
-¿Por
qué?¿Por
qué lo hiciste? Por favor dime que es solo una pesadilla. ¿Cómo
te digo lo que siento por ti ahora que estas muerto?- grité como si
en ello me se fuera la vida.
Entonces,
no comprendí
hasta que punto aquello afectaría
a mi vida y a mi visión
del mundo.
El
funeral de Izaya fue cuatros días
después.
No había muchas personas, solo yo, sus hermanas y sus amigos, en
total nueve.
Cuando
lo enterraron puse las rosas rojas, que había
comprado
para declarar mi amor en su tumba.
-¿Por
qué te has suicidado? Quería decirte que te amaba y aún te amo.
Pero ahora estas muerto y no me puedes oír- dije mientras las
lagrimas me surcaban la cara.
De
repente noté a alguien cogiendome la mano. Era Izaya. Pero yo sabía
que era su fantasma, porque sus manos eran frías como el hielo.
-Shizuko,
te he oído. Me ha hecho feliz saber que alguien me amaba. Siento
como si pudiera descansar en paz. Pero aún falta una pequeña cosa.
¿puedes hacer algo por mí?- dijo.
Asentí
-Cualquier cosa por ti- dije.
-Besame-.
Asentí
otra vez y lo besé. Mientras lo besaba sentí las lagrimas que me
caían, esta vez por la felicidad.
Cuando
me separé de el dije – Te amo Izaya-.
Izaya
empezó a desaparecer, y justo antes que se fuese dijo
-Yo
también te amo Shizuko. Nos volveremos a encontrar. Te esperaré.-
Sonreí
al oír esas palabras.