jueves, 13 de noviembre de 2014

Redacción Gabriela Villa

“Sé que no he sido un padre perfecto, aunque para ser honesto hasta hace poco no me había dado cuenta. Mi tendencia ha sido darte todo, casi más de lo que me podía permitir, lo hacía pensando en mis carencias y por qué no decirlo, en mi satisfacción de pensar que de esa manera era mejor padre. Suena fuerte ¿verdad?, he tardado 53 años en verlo. Pero por lo menos me dado cuenta porque hay quien permanece ciego siempre.
Hija mía, solías echarme la culpa de lo mal que te iba. Y lo poco que te iba bien es mérito tuyo, ¿no te parece que algo no encaja? Estos días he aprendido que en toda relación, todo lo que pasa, para bien o para mal es al 50%, es decir, es cosa de dos. Nunca toda la responsabilidad ni toda la culpa es del otro. Incluso aunque yo te hubiese malcriado, tú siempre podrías haber reaccionado de otra manera.
He intentado enseñarte a disfrutar en el amor, a confiar en ti misma, a enfrentar tus miedos, a entusiasmarte con la vida, a que pidas ayuda cuando la necesites, a tomar tus propias decisiones. Quisiera estar seguro de que aprendiste a decir o callar según tu conveniencia, a que consigas tus propios méritos, a ser consciente de tus sentimientos y a actuar en consecuencias. Quisiera estar seguro hija mía de que aprendiste a poner límites, a aguantarlos, poner asumir más riesgos, a aceptar cambios, y sobre todo a planear un futuro.
Me gustaría hija mía que todos aquellos consejos que te daba y aquellas veces que te advertía sobre lo bueno y lo malo, te lo tomes enserio, porque la vida no es una obra de teatro que puedes repetir la misma escena hasta que te sale bien. La vida es un regalo, aprovéchala hasta el último instante que puedas.
Que no se te olvide nunca. Eres lo que más quiero en este mundo. Con diferencia
Besos hija.
Tu padre.”
Entonces no comprendí hasta que punto aquello afectaría a mi vida y a mi visión del mundo. Esa es la carta que me había entregado mi madre horas después de morir mí padre, ya hacía un mes que mi padre había muerto, apenas salía de mi habitación para ir al colegio. Del colegio a casa y así sucesivamente. Apenas dormía, mi plato de comida se quedaba lleno, parecía un fantasma.  Mi madre estaba igual que yo o peor, todas las fuerzas que tenía las usaba cuando estaba conmigo para hacerme sentir mejor, pero no lo conseguía…
*Una semana después.
Me encontraba en mi habitación recordando las palabras que mi madre me había dicho “Hija he estado pensando y no podemos seguir así, he pensado en que nos podríamos ir por un tiempo como unas vacaciones para despejarnos de todo lo sucedido”. Al final de la charla le dije a mi madre que sí, no quería ver a mi madre sufrir mas y yo también necesito despejarme de todo.
Despues de toda la tarde haciendo maletas llego el momento de irnos, nuestro destino era en Holmes Chapple Inglaterra, iríamos a una casa que había alquilado mi madre.
Al llegar a la casa empecé a explorarla, subí las escaleras y fui a la habitación del fondo, allí se encontraba una habitación, con una cama de matrimonio y un armario. Lo que más me impresiono de esa habitación fue al mirar al techo había una cuerda y al estirarla me aparecieron unas escaleras, al subir me encontré con una buhardilla. No era muy grande pero tenía una ventana en el techo donde se podía apreciar el cielo. Sin duda esa sería mi habitación, allí tendría momentos de paz sin que nadie me molestara.
Pasaron los días, y apenas salía de la casa, no conocía a nadie y el colegio aún no había empezado. Una tarde mi madre me mando a hacer la compra ya que ella se tenía que ir. Iba por la calle mirando a los alrededores cuando vi un pequeño parque. Era muy bonito, tenía columpios, un tobogán y una caja de arena, no era mucha cosa pero los alrededores estaban llenos de árboles y bancos para sentarse, la verdad parecía un sitio muy acogedor. Me senté en un  banco y empecé a pensar en todo lo sucecido estos meses, estaba metida en mis pensamientos cuando un chico se acerca a mí “¿Te encuentras bien?” me preguntó, yo lo mire y asentí con la cabeza. Se sentó a mi lado y empezamos a hablar, pasó un rato y empezó a llover, el chico me tapó con su chaqueta y empezamos a correr hacia mi casa. Al llegar le agradecí por todo y nos prometimos vernos en el parque cada día a la misma hora.
Mi madre al llegar a casa me regañó por no haber hecho la compra. La verdad no me importo mucho, no podía esperar a mañana para voler a ver al chico.

Pasaron los meses y ese chico y yo nos hicimos inseparables. Dicen que después de la tormenta viene la calma, él sin duda ha sido mi calma porque sin él hubiese estado él me hubiese ahogado en la tormenta.

1 comentario:

  1. La primera parte me ha gustado bastante más que la segunda. A partir del viaje el interés decae porque la historia amorosa resulta un recurso fácil y rápido. Compara el original con las correcciones.

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